21 mar 2017

Acerca de la "Gran Alianza Republicana"


Por @ruiz_senior

Queda un año para la campaña de las elecciones presidenciales de 2018 y no hay la menor claridad respecto de las candidaturas, por lo que se conspira y se hacen cábalas en todos los ambientes y con innumerables variaciones. En el sector de la derecha proliferan las voces que llaman a un acuerdo entre el Centro Democrático y grupos conservadores para una candidatura conjunta. Voy a comentar las posibilidades e inconvenientes de esa alianza.

Si se atendiera sólo a la opinión, no se puede negar que hay una mayoría más bien hostil a Santos y a las FARC, por lo que una candidatura rupturista en apariencia tendría ventajas. Pero el régimen tiene el control de los medios de comunicación y hasta de las redes sociales, además de los recursos del clientelismo (como las cien mil casas que regaló Vargas Lleras en algo que en otra parte sería lisa y llanamente peculado, pero que no tuvo resistencia dada la gratitud de los beneficiados, la inconsciencia de los "paganos" y el burdo cinismo de los demás grupos políticos) y aun las actuaciones del poder judicial, que es verdaderamente una gran oficina de sicarios al servicio del régimen cubano y sus tropas locales.

Pero aun pasando por alto esos datos, ¿hasta qué punto es posible esa coalición? Por ejemplo, entre los miembros del Partido Conservador que no están ligados al régimen por condiciones clientelares hay muchos que siguen a Pastrana, que en una ocasión en 2014 aludió al senador del CD José Obdulio Gaviria atribuyéndole relaciones con el tráfico de drogas. Eso por no hablar de la convicción de los uribistas de ser hegemónicos y poder imponer a su candidato, Iván Duque, a cualquiera que quisieran poner los conservadores.

Más interesante es el porqué de esa coalición. La respuesta "para ganar las elecciones y el poder" es muy obvia para los intereses de los políticos, pero así no se aclara lo que tal coalición le podría proponer a los votantes. Y basta con pensar seriamente en eso para ver que esa coalición estaría tan condenada al fracaso como una candidatura solitaria del CD. Sencillamente, la oferta de "centristas" ya es muy variada, con Fajardo y hasta Clara López como "independientes", mientras que por la "derecha" se alza potente la candidatura de Vargas Lleras, con sus formidables clientelas y recursos. Y aun así seguiría teniendo mucha ventaja un candidato del narcoterrorismo, De la Calle, Robledo o hasta el mismo Petro, con las clientelas de "la paz" eufóricas y dinero incontrolable en cantidades tremendas, además de la maquinaria gubernamental.

Voy a comentar un par de párrafos de un artículo reciente que trata del asunto y que firma Rafael Nieto Loaiza.
Esa alianza, que he llamado frente republicano, debe tener como base los partidos, movimientos y grupos que conformaron la coalición del No, pero ampliándose a muchos que votaron Sí pero que están inconformes con este desastre de gobierno y a los millones que se abstuvieron, a quienes hay que ofrecer esperanza y un futuro. 
La segunda labor es construir una plataforma de gobierno que permita al nuevo gobierno hacer de inmediato los cambios políticos, institucionales y normativos indispensables para retomar el rumbo de inversión, generar riqueza, y recuperar la seguridad que se perdió con Santos. Esa plataforma no puede centrarse solo en los desastres del acuerdo remendado con las Farc. Debe atacar los cuatro enemigos: narcotráfico, violencia e inseguridad, pobreza y corrupción. Y construirse sobre cinco pilares que den esperanza a los ciudadanos: defender y recuperar la Constitución y la democracia representativa; construir un país donde todos sean propietarios y eliminemos la pobreza; recuperar la ética y los valores de la familia; luchar contra la corrupción; y proteger el medio ambiente para que el desarrollo sea sustentable.
¿Se entiende? La Gran Alianza Republicana que propone el articulista no pretende excluir a los partidarios del SÍ, sino atraerlos dejando en segundo lugar la cuestión de la negociación. ¿Qué hay implícito en esa propuesta? Lo previsible, no cuestionar el acuerdo final entre el gobierno y las FARC sino acomodarse a él. Sólo hacen falta algunos cambios para "retomar el rumbo", porque el gobierno de Santos cometió algunos errores. Lo demás son esas frases bonitas que coinciden con las buenas intenciones de todos los candidatos, ansiosos de ofrecer esperanza y futuro, luchar contra la corrupción y proteger el medio ambiente.

Nadie se entera, a nadie le parece que eso sea un problema: en su biografía de Cuervo, Fernando Vallejo describe a los colombianos como unas criaturas cuya meta central es la presidencia de la república, "el bien supremo". Ante la posibilidad de ganar la presidencia, ¿qué importa que el poder real lo tengan los cubanos y sus socios oligarcas y terroristas? Ya pasó con la presidencia de Uribe, en que las cortes surgidas de la Constituyente de 1991 impedían gobernar pero a nadie le pareció importante hacerles frente, toda vez que la meta (el bien supremo) la había alcanzado el "pantalonudo" (esa palabra asquerosa describe enterito al país, como si el problema de Chávez o de los Castro fuera la falta de carácter).

De modo que la alianza que propone Nieto Loaiza, y que ciertamente corresponde a la disposición real de los uribistas y conservadores, comporta la renuncia a deshacer la obra de Santos, que sencillamente se reconocerá, aprovechando el "estado de no violencia" que supuestamente ha traído (cualquier intento de contener la expansión del narcotráfico o el control territorial de las FARC-ELN se responderá con mucha más violencia, ahora que además controlan las Fuerzas Armadas). Nadie debe engañarse al respecto, el propio Uribe se jacta de traicionar a la gente que votó NO por rechazar el acuerdo.

Se debe tener en cuenta que el poder terrorista podrá encarcelar y perseguir de muy diversas maneras a quienes intenten alterar el nuevo statu quo. De modo que estos políticos y comentaristas simplemente "se curan en salud" y aspiran a ser subalternos del narcorrégimen, tal como ya lo son los mandos militares y policiales y los congresistas y otros representantes populares. De lo que se trata es de conseguir algunas curules y alguna cuota de poder "representando" a los descontentos.

Pero como tales es imposible que avancen, aunque algún senador seguirán teniendo, y el beneficiado y aquellos a los que nombre estarán en todo caso contentos. Sencillamente, al renunciar a combatir el narcorrégimen y a restaurar la ley se hacen indistinguibles de los demás candidatos, salvo para los nostálgicos y desinformados, los mismos que en 2012 seguían creyendo que Santos era el amigo de Uribe, como les hacían creer comentaristas como el mismo Nieto Loaiza, para el que "a nadie, salvo a los criminales, le conviene que a Santos le vaya mal". Cada vez son menos, y para votar por palabrería contra la corrupción o por el medio ambiente votan por Claudia López o por Robledo.

Ésa es la situación en este momento, hay un consenso entre los líderes acerca de la conveniencia de unificar las campañas del CD y de los conservadores que no están atados al gobierno, y aun en que se debe evitar centrar la campaña en la negociación con las FARC. Sí que se mencionará el asunto, porque habrá quien quiera creer que no están enteramente con el narcorrégimen, pero la esencia de la campaña será el vacío que ya fue la campaña de Zuluaga en 2014. Promesas ridículas y peligrosas, como la de ofrecer universidad para todos o cualquier ocurrencia semejante.

Pero objetivamente el acuerdo final es la implantación de una tiranía que arrastrará a Colombia a la hambruna que ya se conoce en Venezuela, y objetivamente hay amplios sectores de la población que no quieren someterse. Los cálculos de estos socios de Santos y las FARC son que los descontentos tendrán que abstenerse o votar por ellos, y son cálculos justificados por todo lo que ha ocurrido desde 2010.

Y entonces los traidores ya no serán ellos, sino todos los que se dicen enemigos del narcoterrorismo pero no son capaces de apartarse del caudillo que abiertamente trata de salvar el infame acuerdo. Lo único que es claro es que esa suma que proponen simplemente resta, y que el "nicho de mercado" de los millones de colombianos que nos oponemos a la tiranía quedará sin representación. Esta encuesta de Twitter pretende dar una idea, ciertamente vaga, de la inclinación de los usuarios de esa red al respecto.

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